Este centro comercial estaba situado en una de las zonas más tranquilas y mas residenciales de Lima, a cinco minutos de nuestro hostal, Miraflores, por eso decidimos acercarnos a ver como un centro comercial estaba clavado entre rocas y para ver que tipo de tiendas y que precios había.
Cogimos un taxi que nos cobró bastante poco por llevarnos ya que estaba muy cerca, aunque lo suficientemente lejos para ser tan vagas de no ir andando.
Entramos, por decirlo de alguna forma ya que la segunda peculiaridad de este centro comercial era que estaba al aire libre. Desde que vimos la primera tienda supimos que este centro comercial no era lo que nosotras estábamos esperando. Queríamos ver un centro comercial donde la gente local hiciese sus compras como puede ser La Vaguada en Madrid pero lo que allí encontramos fueron tiendas que puedes encontrar en cualquier capital europea con precios disparatados y personas de cualquier nacionalidad menos peruana comprando en estas tiendas.
Sabiendo que no íbamos a comprar nada, nos dimos una vuelta por el centro comercial para ver algunas tiendas un poco curiosas o con productos nacionales, pero al estilo chic. Pronto nos cansamos de ver esos precios que intentábamos adivinar a forma de juego para ver quien se acercaba más al precio justo.
El barrio era uno de los mejores de la ciudad, en cuanto a seguridad y además porque había mucha edificación nueva bastante cuidada, que contrastaba mucho con las “urbanizaciones” que se pueden ver a las a fueras de Lima, y no tanto a las a fueras, que en otros países llaman favelas y que aquí no se como las llaman pero que básicamente son lo mismo, gemelas.
Lo curioso fue cuando queríamos volver al hostal para recoger nuestras cosas y de ahí ir al aeropuerto. Al parar a un par de taxistas que tenían que hacer exactamente el mismo recorrido que había hecho el otro taxista para llevarnos allí desde el hostal nos pedían tres veces el precio de lo que nos cobró el primero…
Hartas de discutir por el intento de engaño, nos pusimos a andar hasta que un taxi se ofreció a llevarnos por lo que nos habían cobrado antes.
Mochilas a los hombros, despedidas de la ciudad y para el aeropuerto.
Es siempre en ese momento cuando un doble sentimiento se apodera de ti. Por un lado, piensas que la aventura se acababa y en menos de veinte cuatro horas volverás a estar en el mismo lugar del que partiste, Madrid. Por otro lado, empiezas a echar de menos esas pequeñas cosas que nos hacen sentir a gusto como nuestra cama, una buena ducha calentita en nuestro baño, la comodidad de no tener que ir cargando con el mochilón a todas partes, el no tener que pensar “¿y ahora que me pongo?” cuando ya te has puesto toda tu ropa varias veces y no has tenido la oportunidad de lavarla...
Aunque fue triste para nosotras ya que dejábamos atrás tres países, una maravilla del mundo moderno y muchas experiencias que se quedarían para siempre en nuestra memoria y que no queríamos dejar de seguir viviendo. Quieres seguir experimentando, conociendo, visitando, viendo, oliendo, hablando, comiendo, sintiendo…Pero soy de las personas que piensa que para que una cosa sea valiosa para ti, debe de ser algo que no puedas tener al alcance siempre que quieras, si no que tengas que luchar y hacer esfuerzos por ello porque así, cuando lo consigas, la recompensa será doble y lo vivirás con mas intensidad.
Además que siempre después de un viaje es mejor un tiempo de asentamiento de lo que has visto, aprendido, de lo que te ha ocurrido, de lo que te hubiera podido ocurrir…Esas cosas que hacen un viaje algo tan enriquecedor. Por eso sentí que la aventura se acababa allí en ese momento y que era el momento perfecto para que terminara aunque el hecho de tener que volver a casa porque me había quedado sin un duro y porque ya tenía el billete de avión de vuelta reconozco que también influyó J
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INCREÍBLE, CHICA. :D
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