Encontrar un coche para alquilar fue bastante difícil porque era puente en los Estados Unidos, memorial day, así que mucha gente salía y en Nueva York hay muchísima gente que no tiene coche así que en días como estos las empresas de alquiler de coches hacen su agosto. Conseguimos uno para las siete y media de la mañana del sábado.
Nos dieron uno moderno y encima rojo, parecía el coche fantástico. ¡Empezaba la aventura!
El coche no tenía GPS por que era extra y con nuestra economía no nos lo podíamos permitir así que imprimí toda la ruta en mi casa, a lo antiguo, y sorprendentemente llegamos. Tardamos como tres horas en llegar a Lancaster y por el camino nos lo pasamos muy bien.
Se suponía que iba a llover mucho e iba a hacer frío así que yo me planté mis botas de agua, mi cuello alto y mi abrigo de entretiempo por si acaso. ¡Un calor! Casi me da un jamacuco cuando salimos. Así que me tuve que meter en el baño y ponerme lo que había traído para el día siguiente, que no era mucho mas fresco pero al menos no eran botas y cuello alto. Un día tropical, no sabíamos si estábamos en Pensilvania o en Cayo Coco.
Lancaster es un pueblecito con casas bajas muy monas pero no tiene mucho especial que ver. Nos llamó la atención que encontramos pianos repartidos por la calle y la gente que sabía tocar se sentaba y tocaba. Así que le dijimos de coña a una amiga, que se llama como yo "Marta ¿por que no te tocas algo?" sabiendo que no toca el piano, y de repente se pone a tocar la canción del inspector Gadget y todas flipando y partidas de la risa.
Después nos fuimos a ver el mercado de los sábados, cubierto. Cuando entramos vimos aparecer y al mismo tiempo desaparecer a la primera persona amish que habíamos visto en nuestra vida. Era una abuelita vestida tradicionalmente y con el gorrito blanco que llevan las mujeres amish. No nos dio tiempo ni a intentar sacar la cámara, fue visto y no visto, parecía el correcaminos.
El mercado tenía todo tipo de productos artesanales, velas, mermeladas, dulces, frutas, verduras, cosas bordadas a mano...Dando un paseo por el mercado empezamos a ver mas amish, hombres y mujeres que atendían en los mostradores. Bastante reservados pero agradables.
Esta fue nuestra primera toma de contacto con los amish pero queríamos saber un poco mas de ellos así que nos fuimos al museo casa y granja de los amish que era una simulación de como viven en lo que en el pasado fue una granja amish. Nos explicaron porque visten como visten, cual es la diferencia entre el aspecto de un amish casado de uno que no, cuales son sus costumbres, su historia, nos enseñaron la distribución típica de una casa amish, etc etc y después nos fuimos a dar una vuelta por la granja.
Fuimos a la escuela amish, donde nos sorprendió que había pupitres mas pequeños y otros mas grandes pero luego nos acordamos de que la guia nos había dicho que todos los niños iban juntos a la escuela independientemente de su edad.
Vimos los animales y luego nos fuimos al río. A la salida el típico puente cerrado de la zona muy famoso de las películas y ahí es donde vimos el primer boogie amish, que es un carro tirado por un caballo que sustituye a nuestros coches en las comunidades amish, por que ellos no tienen permitido conducir coches.
Fuimos a la escuela amish, donde nos sorprendió que había pupitres mas pequeños y otros mas grandes pero luego nos acordamos de que la guia nos había dicho que todos los niños iban juntos a la escuela independientemente de su edad.
Vimos los animales y luego nos fuimos al río. A la salida el típico puente cerrado de la zona muy famoso de las películas y ahí es donde vimos el primer boogie amish, que es un carro tirado por un caballo que sustituye a nuestros coches en las comunidades amish, por que ellos no tienen permitido conducir coches.
Lo que había leído en todos los lugares que había investigado para el viaje era que en los pueblos podíamos ver amish pero que sobre todo podríamos encontrarlos en el campo o en carreteras comarcales, ramificaciones de la carretera 30 o de la 340 pero había tres pueblos donde mas concentración había: Intercourse, Paradaise y Bird in hand. Así que lo que hicimos fue ir a dar una vuelta por la carretera a ver si nos encontrábamos alguno mas.
Vimos la señal de tráfico que indica "peligro carros tirados por caballos en la zona" y supimos que estábamos en la carretera correcta. Vimos algún carro con amish dentro y nos pareció muy curioso porque no era nada fácil verles. Llevábamos allí cinco horas y no habíamos visto muchos.
Lo que si que vimos en la carretera, que nos hizo mucha gracia y que es típico americano, fue un niño de unos siete años pegado a la carretera, en frente de su casa, vendiendo limonada. Cuando le preguntamos cuanto era nos dijo "lo que vosotras querais"
Lo que si que vimos en la carretera, que nos hizo mucha gracia y que es típico americano, fue un niño de unos siete años pegado a la carretera, en frente de su casa, vendiendo limonada. Cuando le preguntamos cuanto era nos dijo "lo que vosotras querais"
El esfuerzo de estar sentadas en el coche buscando amish, como el que va a cazar, nos despertó el apetito así que fuimos a comer a un restaurante amish.
El restaurante tenía algunas camareras amish y era estilo familiar. Era buffet, podías comer todo lo que quisieras así que nosotras nos lo tomamos al pie de la letras y nos pusimos como un kiko. "Vamos a probar un poco de todo" "si si, para ver sus platos típicos" y literalmente probamos todo. La comida era espectacular, el sabor auténtico, los tomates, la carne, las salsas, por no hablar de los postres....Teníamos unas doce tartas diferentes, y todas artesanales, para elegir, y como no sabíamos que elegir las elegimos todas. Inrecible, nunca he saboreado tanto una comida. Lo mas gracioso fue el precio, qiunce dolares por persona en total, con bebida, propina...Unos diez euros.
Como no podíamos ni respirar de lo que nos metimos para el cuerpo, nos fuimos a dar un paseo y es cuando nos encontramos con un amish que vendía frutas y verduras en un pequeño kiosko en el campo y allá que fuimos.
Nos hizo gracia un cartel que decía "coja lo que quiera y deje el dinero en la caja" Pon tu un chiringuito de estos en España que cuando vayas a por la recaudación se han llevado hasta los clavos del kiosko.
Cuando estábamos allí vimos que había al fondo un chico arando con caballos así que me fui hacía allí para verlo mas cerca. Otro en el otro lado, ¡bien! empezaban a aparecer los amish al rededor.
Fuimos a dar un paseo y nos metimos por unos caminos de tierra. No sabíamos si eran privados o no porque no había señales ni alambrada. Cuando nos dimos cuenta estábamos donde cristo perdió la chancla y era casi de noche. Empezamos a ver unas granjas y encontramos un camino de tierra que parecía llevar a la carretera principal, donde teníamos el coche. Así que caminamos por ese camino. Cuando nos dimos cuenta estábamos rodeadas de casas y granjas amish con las ventanas abiertas através de las cuales se podía ver toda la casa y lo que sus habitantes hacían dentro. Las casas eran exactamente igual que en el museo, con la lámpara de gas en el centro de la sala principal y todos los miembros de la familia al rededor compartiendo la cena.
No nos lo podíamos creer, casualmente habíamos llegado a uno de los corazones amish de la zona y estábamos viendoles en familia con sus vestidos típicos y en sus casas. Ellos o no sabían que estábamos allí o no les importaba porque nadie ni si quiera nos miró. Nosotras queríamos respetar la intimidad de su hogar así que no hicimos fotos.
Después de ver decenas de boogies, caballos, amish en sus casas, bicicletas sin pedales, porque no pueden conducir bicicletas con pedales, y muchas cosas típicas amish dimos con una especie de granero que nos sorpredió por su forma pero no le dimos mayor importancia.
Nos fuimos a buscar el hotel que habíamos reservado con la esperanza de que fuera uno de estos típicos de carretera que salen en CSI donde los únicos clientes son narcotraficantes, prostitutas con sus clientes y donde siempre ocurren asesinatos. ¡Y resultó que así era el nuestro! La única diferencia era que nuestros vecinos no eran camellos, protitutas o asesinos, eran familas con niños, parejas o amigos y no se oían gritos ni cosas raras, paz absoluta.
El domingo teníamos pensado levantarnos para ver amanecer. Suena la alarma, nadie la apaga, mi amiga se levanta al final y la apaga, pregunta "¿vemos amanecer o que?" no hay respuesta por parte de ninguna, aunque todas lo escuchamos, mi amiga se acuesta y a dormir todas de nuevo. Eso si, a las siete y cuarto en pie porque la guia de la casa museo nos había contado que un domingo si y otro no los amish se reunian de ocho a doce para rezar y cantar así que queriamos ver si podíamos ver algún amish en la calle.
Primero fuimos a desayunar al típico restaurante de carretera americano que tiene las máquinas de música donde tu metes la moneda y eliges la canción, donde las tortitas tienen el tamaño de platillo volante y las camareras llevan una especie de toquilla en la cabeza. Pedimos cafes y zumos porque despues de la comida del dia anterior seguiamos sin hambre.
No sabíamos donde ir así que fuimos al mismo sitio donde el dia anterior habíamos visto las casas. Cero movimiento, así que después de un buen rato nos sentamos en el campo y nos preparamos unos bocatas de jamon serrano de la tierra y tomate. Cuando estábamos con el bocata a medias empezó la procesión.
Decenas y decenas de amish pasaban por nuestro lado dirigiéndose a un mismo punto, el granero extraño que habíamos visto el día anterior.
Niños, chicas jóvenes, familias, adolescentes, andando en boogies, con zapatos, descalzos, solteros, casados, de todo. Algunos, sobre todo los niños, cuando les saludábamos nos saludaban con la manita desde los boogies. Fue espectacular, no nos esperábamos ver a tantos y lo curioso es que no había ni un turista al rededor, solo nosotras y ellos.
Niños, chicas jóvenes, familias, adolescentes, andando en boogies, con zapatos, descalzos, solteros, casados, de todo. Algunos, sobre todo los niños, cuando les saludábamos nos saludaban con la manita desde los boogies. Fue espectacular, no nos esperábamos ver a tantos y lo curioso es que no había ni un turista al rededor, solo nosotras y ellos.
Cuando entraron en el granero, nos acercamos un poquito mas para ver pero no se podía ver nada porque estaba cerrado, solo en la parte de arriba algunos gorros de mujeres pero nada mas, lo que si que se oia era sus cánticos.
Dejamos que celebraran su domingo en privacidad y nos fuimos a dejar a una de nuestras amigas a Lancaster porque tenía que volverse antes.
Dejamos que celebraran su domingo en privacidad y nos fuimos a dejar a una de nuestras amigas a Lancaster porque tenía que volverse antes.
Después estuvimos visitando los distintos pueblos con esas casitas de cuento. Vimos un concesionario de boogies, otra escuela, varios carros con amish dentro y una cosa muy curiosa, unos niños amish jugando al voley. Yo he jugado al voley toda mi vida, unos quince años, así que una de mis amigas me dijo que me bajara a hablar con ellos de voley. Cuando bajé para hacerles una foto los chicos empezaron a sacarme la lengua y a decir cosas, que no entendía, así que comprendimos que no querían que les hicieramos una foto, aunque la foto ya estaba hecha.
También encontramos a unos adolescentes que estaban cuidando a un caballo que, por alguna razón que no averiguamos, estaba tirado en el suelo y haciendo moviemientos de dolor.
Comimos en otro restaurante amish y esta vez lo curioso fue que eran mesas corridas donde de diez a doce personas se sentaban a comer juntas y compartían la comida de tal forma que si querías el pollo le tenías que pedir a la mujer que llevaba a su madre tatuada en el brazo que te lo pasara. Casualmente la mujer que estaba sentada a nuestro lado era hija de gallegos, pero ella era nacida en america y había vivido toda su vida aquí.
Después de la comilona nos dimos un paseo y para Nueva York, vuelta a la civilización y a la vida moderna. No queríamos volver, al menos no aun.
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