SARAJEVO:
Llegamos a Sarajevo desde Dubrovnik en el autobús nocturno que nos dejó en la estación a las cinco de la mañana. Es bastante común en estos países que en las estaciones de trenes y autobuses haya personas esperando con un cartel que ponga "sobe", que significa habitación, para llevarte a su hostal o incluso casa por un módico precio. Nosotras queríamos vivir esa experiencia así que no reservamos nada por adelantado.
Llegamos a Sarajevo desde Dubrovnik en el autobús nocturno que nos dejó en la estación a las cinco de la mañana. Es bastante común en estos países que en las estaciones de trenes y autobuses haya personas esperando con un cartel que ponga "sobe", que significa habitación, para llevarte a su hostal o incluso casa por un módico precio. Nosotras queríamos vivir esa experiencia así que no reservamos nada por adelantado.
Al llegar a la estación a esas horas, hasta las palomas estaban durmiendo. Así que hicimos tiempo desayunando y hablando con un nuevo amigo con el que pasaríamos todo el día, Pepe, de México.
Pasadas unas horas y sin que nadie apareciera con el cartel. Decidimos cogernos el tranvía hasta el centro y allí buscarnos la vida. A ojo, sin conocer la ciudad y sin mapa, nos paramos en lo que nos parecía un poco el centro, pero que podían haber sido las afueras perfectamente. Tuvimos la suerte de haber parado en pleno barrio turco que es la zona vieja de Sarajevo. Pasamos por un par de hostales pero estaban llenos. Al final dimos con uno que resultó ser el que una amiga le había recomendado a Pepe. Por 15€ por persona y noche dormimos en una habitación bastante grande con internet, toallas y todo incluido, compartiendo el baño.
Nos hicimos con un mapa de la ciudad y nos pusimos en marcha, no serían ni las ocho de la mañana. La primera parada, a escasos metros de nuestro hostal, estaba la Biblioteca Nacional. Edificio que se vio gravemente afectado por los bombardeos de la guerra y que desde el final de esta está en reconstrucción.
Al otro lado del puente, una antigua fábrica de cerveza local que aun sigue en pleno funcionamiento, un par de pequeñas mezquitas con sus jardines y sus curiosos cementerios donde las tumbas estaban, no se si decoradas o protegidas, por a veces unos cilindros y otras veces finales de espada que nunca había visto antes. De hecho, creo que era la primera vez que veía un cementerio musulmán pero ese día vería muchos otros.
Y de vuelta cruzando el río, el puente latino nos lleva al lugar exacto donde fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la corona del imperio austrohúngaro en 1914, hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial un mes después.
La sensación que me dio Sarajevo fue de una ciudad un poco gris, un poco apagada. Quizás era porque el día estaba nublado pero no me pareció ser ese el único motivo. No podría explicarlo pero, le faltaba alegría o alma. Si no fuera por los pequeños grupos de turistas ruidosos que visitaban la ciudad...Aunque es verdad que por la tarde-noche, la parte vieja se llenó de locales y las terrazas estaban a rebosar. Quizás es una ciudad búho...
Después de un paseo por la zona fuera de la parte vieja, nos adentramos por las calles del casco antiguo para darnos cuenta de la cantidad de mezquitas por metro cuadrado que allí se pueden encontrar. Lo curioso es que, a escasos metros de estas mezquitas, puedes encontrar una sinagoga y un par de iglesias. Y aun hoy, ves pasar a mujeres con velo islámico, cruzarse con judíos ortodoxos y, al mismo tiempo, con turistas o incluso locales que no tienen problema en llevar una camiseta de tirantes o un pantalón corto . Esta mezcla tan estrecha de religiones y de creencias a mi me sigue maravillando.
Las estrechas calles de la zona vieja están llenas de teterías donde poder fumar cachimba, tomar un té turco, un café, poder comprar cualquier joya de plata, algún pañuelo, pocos souvenirs, aunque alguno si. Y así, dejándote llevar por esas calles peatonales de piedra, llegas al gran bazar, en pleno barrio turco.
Tengo que decir que el Gran Bazar de la ciudad me decepcionó un poco. Eso es lo que tiene el crearte expectativas. Yo esperaba un Gran Bazar como el de Estambul, vale, quizás mas pequeño pero donde poder comprar las mismas cosas que en Turquía. Pero la verdad fue que lo que mas podías encontrar eran fundas para móviles, imitaciones de bolsos, collares y pulseras de las que puedes encontrar en cualquier tienda de chinos en España.
Pero pasear por esta zona es una pasada, parece como si estuvieras en Turquía y hace un par de décadas al menos, con todos esos cacharros de latón, teteras, cajitas, espejos, platos... Lo que yo esperaba en el Gran Bazar.
Después de esta primera toma de contacto, nos sentamos en una terracita encantadora con bancos de madera a probar el famoso Cevapi que es una especia de pan parecido al del kebap y dentro tiene carne, cebolla, queso
Después de reponer pilas por poco mas de cuatro euros por persona, bebida incluida, nos fuimos a dar una vuelta por fuera de la zona antigua. Una avenida bastante mas ancha que las calles del centro nos lleva a uno de los sitios que mas me impactó de la ciudad. Lo que era un simple parque antes de la guerra y que, por fuerza mayor durante la guerra, pasó a ser un cementerio dado que no había donde enterrar a la gran cantidad de gente que moría. En medio de la ciudad, un parque público, un parque reconvertido en cementerio...Me impresionó mucho.
Pero además, en la entrada de este parque construyeron un monumento a los niños que murieron en la guerra con unos grande rollos de metal donde se pueden leer los nombres de muchos de estos niños con la fecha de nacimiento y la de defunción. Una pena.
Aun, paseando por estas calles se pueden ver los edificios con la metralla, restos de la guerra, una imagen que no se te borra. Pero quizás la imagen que nunca olvidaré de la ciudad de Sarajevo es la que pude ver desde lo alto de una colina donde hay un mirador precioso que te deja ver un estupendo atardecer dejando a tus pies toda la ciudad. Lo que mas impresiona de esto es que, para llegar hasta arriba, pasas por un enorme cementerio, que no te deja olvidar que, aunque ahora Sarajevo es una ciudad nueva y con mucho encanto, en ella, se vivió un infierno.
MOSTAR:
A la mañana siguiente, cogimos un tren, típico de la Unión Soviética, hasta Mostar, la otra ciudad Bosnia que mas queríamos visitar. El trayecto en el tren fue bastante cómodo y tranquilo hasta que un revisor nos explicó en Bosnia que nos habíamos pasado de parada. El mismo revisor se encargó de hablar con un chico que se bajaba en la próxima parada, y que por supuesto no hablaba inglés, para que nos indicara como llegar a la estación de autobuses donde coger uno hasta Mostar.
Después de que una forgonetilla privada nos llevara desde donde estábamos, ni idea de donde era, hasta Mostar y nos dejara en medio de la parte nueva de la ciudad, empezamos a caminar hacia el centro mientras no parábamos de ver restos de edificios llenos de metralla o incluso solo el esqueleto de estos, lo que había quedado después de los bombardeos. Sorprende que tantos años después siga habiendo estos vestigios, cicatrices del pasado supongo.
Otra vez íbamos sin reserva y otra vez no encontramos a nadie con el cartel de "sobe" pero en cuanto llegamos al centro preguntamos en un par de hostales y nos ayudaron a encontrar donde alojarnos al precio que nosotras buscábamos. En pleno centro, habitación doble con baño compartido 15€/persona como en Sarajevo. Otra vez la simpatía bosnia salía a la luz.
Las calles empedradas del centro de Mostar son preciosas. Los restaurantes y tiendas mantienen una misma estética, rústica, casi medieval, encantadora.
Caminamos hasta el emblemático puente viejo de la ciudad, bombardeado y derruido durante la guerra separando la ciudad en dos. Estaba lleno de gente, y además es complicado cruzar porque el suelo es de piedra que resbala un poco así que ves como todo el mundo se agarra a los laterales y va cruzándolo como chiquito. Nosotras subimos a una de las torres del puente para ver una exposición de fotografía de la guerra sin saber que desde allí tendríamos una bonita vista del puente desde lo alto.
La exposición de fotos no nos dejó indiferente. Ver como aquellas personas intentaban llevar una vida lo mas normal posible mientras sus amigos, familiares o vecinos morían, sus casas eran bombardeadas y todo podía pasar cada día nos hizo comprender un poco mas el terror que tuvieron que pasar esas personas durante tantos meses.
Pensando en todo lo que habíamos visto, por que es cierto que una imagen vale mas que mil palabras, bajamos las escaleras de la torre e, inevitablemente, encontramos un mensaje que nos llegaría al corazón. En una piedra del antiguo puente derruido, un mensaje para el mundo: "Don´t forget".
A ambos lados del puente, los barrios están llenos de restaurantes, tiendas y bares. Además se pueden encontrar bastantes mezquitas, antiguos palacios en mal estado que quedaron así después de la guerra.
Nada mejor después de medio día de pateo para reponer el aliento que otro plato típico del país, el burek. Un especie de hojaldre relleno de carne, de queso o de espinacas que está buenísimo y que bastante barato.
La mejor forma de ver el puente, reconstruido por ingenieros españoles en gran parte, es bajar abajo y así poder disfrutar incluso de un baño en el río que tiene un color muy especial. También es un buen punto para ver a los jóvenes de la ciudad saltando desde el puente ante la mirada de curiosos.
Por las noches, justo debajo del puente, donde hay una pequeña terraza con música en directo, gran cantidad de jóvenes se reunen para tomar unas cervezas mientras hablan. Un lugar muy agradable y auténtico para despedirse de la ciudad.
Nos encantó Bosnia, estoy segura que volveré algún día. La gente es muy humilde y muy agradable y es un país bastante mas barato comparado con su vecina Croacia.
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