La mejor forma de moverse en Kioto es en autobús pero a nosotras nos gusta bastante caminar y es la mejor forma de conocer un lugar pero con ciertos límites claro. Hoy el plan era visitar un par de templos que están a las a fueras de Kioto, no muy lejos pero si lo suficiente como para no poder ir andando así que nos cogimos el tren, aprovechando que ya teníamos activado el JR Pass, hasta la estación mas cercana a los templos pero aun así aun nos quedarían unos cuarenta minutos andando.
No conocíamos la zona, lo único que sabíamos es que teníamos que cruzar un parque y andar durante un rato. Cuando llegamos al parque vimos que había una garita como para comprar entradas, nos sorprendió porque era un parque. El guarda nos explicó que dentro del parque había varios templos y que en algunos de ellos había que pagar para entrar. Nosotras, en un principio, solo queríamos cruzar el parque pero cual fue nuestra sorpresa cuando al empezar a caminar por el parque empezamos a encontrar varios pequeños templos dedicados a cosas diferentes, con su perfectos jardines y hasta un colegio infantil entre dos templos.
Uno de los templos tenía unas esculturas de budas pequeñitos en diferentes posturas.
También encontramos un pequeño templo abierto, con paneles de papel a modo de paredes y con el suelo completamente de madera, diáfano, sin muebles ni nada que molestase y un montón de calzado en unas cajoneras en la salida. Curiosa por ver algo mas allá, entré, quizás un poco imprudente pero sin querer faltar al respeto, cuando un monje salió de una de las habitaciones con una sonrisa en la boca y me dijo en inglés que ese era un lugar de meditación y que no podía enseñarnos las otras zonas porque en ese momento había personas meditando pero nos dio unos folletos del templo para poder visitarles otro día.
Paseando por el parque y parando a cada paso para ver todo lo que este ofrece, llegamos al Templo Myoshinji, un templo completamente de madera con un bonito puente y con las características típicas de los templos japoneses aunque sin jardín.
Lo que se suponía solo una zona de paso se convirtió en casi dos horas de paseo a través del tiempo. A penas había gente allí, tan solo un colegio que había ido de excursión pero sin duda recomendaría este parque y los templos que en él hay.
Una vez atravesado el parque sorpresa seguimos rumbo al Templo Ryoanji con una caló que no era medio normal....Como pega Lorenzo en Japón....Normal que se llame el Imperio del sol naciente, naciente y ardiente.
El Templo Ryoanji es famoso por su jardín de rocas de tipo Karesansui. Este jardín se considera una obra maestra del arte zen. La base está hecha con granito blanco sobre el que reposan 15 piedras. A priori estas 15 piedras sobre la manta blanca te dan paz y relax pero ¿por qué? Esto es lo que ha estado estudiando la Universidad de Kyoto. Su conclusión fue sorprendente y es que existe un punto exacto en la zona baja del jardín donde convergen las líneas de simetría que forman las ramas y el tronco del árbol. ¿Qué árbol? El que desde este punto exacto se puede ver, con tiempo y un poco de abstracción, de forma perfecta.
Tengo que reconocer, a mi pesar, que no lo vi :( probablemente porque el Templo estaba lleno de niños que abarrotaban el jardín por lo que allí lo de la tranquilidad...nada de nada... Tampoco encontré el punto ese exacto donde se ve...Una pena, pero supongo que es lo que tienen los sitios a los que los turistas van masivamente, turistas japoneses eso si.
Otra de las cosas que me gustaron de este templo fueron las salas típicas japonesas con el tatami en el suelo y las puertas correderas que dividen las habitaciones haciéndolas mas grandes o mas pequeñas según se necesite. Es algo curioso porque aunque no tiene ni un solo mueble, tiene un aspecto bastante cómodo, yo comería, dormiría o bailaría en una de esas salas, ¿tú no?
Desde aquí, andando otro ratito cuesta arriba...Nos dirigimos al Templo Kinkakuji, o Pabellón dorado. Este Templo está situado en un lago precioso lleno de nenúfares en flor y rodeado de preciosos jardines verdes.
Pero lo mas característico de este templo no es eso, lo mas característico es que es un templo cuyas dos plantas superiores están cubiertas de hojas de oro puras que en su interior guarda reliquias de Buda.
Obviamente, el acceso al Templo es limitado, lo mas cerca que puedes estar del templo es a unos cien metros, espacio suficiente para que la gente no se tire a rascar un poco de oro :)
Exactamente igual que el templo anterior, encontramos este lleno de niños que iban de excursión a visitar el templo. Centenas de niños en uniforme correteando y pidiendo autógrafos y fotos con ellos. Me sentí un poco Paris Hilton en ese momento...
De nuevo, caminando durante otra casi hora, llegamos al Castillo Nijo con su impresionante puerta principal de madera y recubierta con pan de oro que da la bienvenida a lugareños y a extraños. Este castillo es del siglo XVII pero su conservación es bastante buena.
Dentro se suponía que no se podían hacer fotos, y yo lo respeté pero "sin querer" se me escapó la cámara que captó unos preciosos paneles pintados a mano con motivos florales y animales en tonos dorados donde no podía faltar la famosa garza japonesa.
Además de sus bonitos jardines y sus diversas estancias, en el Castillo se exponen maniquíes que simulan reuniones de estado, muestran la indumentaria de la época y en general escenas de la época feudal japonesa.
Pero lo que mas me llamó la atención del Castillo fue el llamado suelo de ruiseñor. Se trata de un suelo al que se le ha añadido por debajo una estructura de clavos que al pasar simulan el ruido del canto de un ruiseñor. Es una forma muy sutil e incluso elegante de avisar cuando hay visita, esperada o inesperada...
En el mapa parecía que estaba cerca pero....no....Con un agotamiento total, casi arrastrándonos pero haciendo el último esfuerzo del día, fuimos caminando al Palacio Imperial.
Solo se puede acceder a el pidiendo un permiso especial, que habiendo preparado el viaje con poco mas de una semana, por supuesto no teníamos. Así que nos limitamos a cruzar parte del Jardín Imperial hasta llegar al Palacio Imperial y ver la estructura externa.
Supongo que fue por el agotamiento pero tampoco nos pareció gran cosa, quizás guarda preciosos lugare´s. Si es así, lo descubriremos la próxima vez que vayamos a Kioto.
A lo zombi y sin saber como, llegamos al hotel, a unos cuarenta minutos andando desde el Palacio Imperial. ¿Cúantos kilómetros haríamos ese día? Creo que ese día ganamos a Forrest Gump.
Pero como todo lo que cuesta tiene una buena recompensa, llegamos al hotel y nos subimos al spa gratuito que tenía el hotel para los huespedes. Kimono, toalla y para arriba. En la azotea del hotel, al aire libre, con las oficinas de los edificios de al lado a tiro de piedra, nos sumergimos como patatas fritas en aceite. Frío, caliente, burbujas, mas frío, pelo de pollo, piel de gallina, un frío que te las pelabas o de repente una sauna que te dejaba KO.
La norma de "Se prohibe llevar cualquier prenda" y el hecho de que estuviera lleno de japonesas a las que no conocíamos no nos asustó. Lo necesitábamos, estábamos en semi trance, así que nos miramos un pelín vergonzosas y subimos los hombros como rendiéndonos...Kimono fuera y a relajarse....En pelete como tatín.
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Ahora que hablas de los spa, ¿os habéis dejado caer por un sento o un onsen (los baños públicos japoneses)? Uno de los mejores inventos de los nipones, sin duda!
ResponderEliminaríbamos a haber ido al de Kurama pero al final con todo lo que había que ver no nos dió tiempo :( pero queda pendiente para la próxima si o si....
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